domingo, septiembre 30, 2012
Una historia para contar...
Un día de locos, demasiado movimiento en el Distrito Federal para ser un sábado en la mañana. Estoy en la línea 1 del Metro de la estación Balderas hacia Pantitlán, en la Merced se sube una florista -o eso creo-, sus rasgos y sus ropas son indígenas o al menos en parte, es bonita, tiene personalidad y carácter, sus cejas enmarcan unos brillantes ojos negros; va cargando una cubeta de flores -lamento no traer mi cámara en la mano-. El tren frena, la chica casi se cae por la inercia; la tomo del brazo para ayudarla y evitar que se caiga. Me sonríe y la ayudo a que pueda sostenerse en un tren lleno de gente apática, cada quien conciente de su propio mundo; voy mejor apoyado que ella, me ofrezco a ayudarla con la cubeta, acepta y muy pronto me digo que fue un error, que me pasé de amabilidad porque pesa, unos diez kilos quizás, a lo mejor un poco más -o menos- y me cuesta trabajo cargar. Pronto, dos estaciones después, se desocupa un lugar y ella se sienta, me pide la cubeta y aliviado, se la doy; ella sonríe abiertamente, tiene ojos nobles, curiosos y tiernos; mete una mano en la cubeta y así, con el tren lleno de gente apática que de pronto ha abandonado sus propios mundos para mirar el nuestro, me da un ramo de hermosas rosas rosas silvestres, 30 o 40, no lo sé, son muchas. Dudo pero insiste, debo quedarme con ellas aunque me parezca un agradecimiento increíble para un pequeño favor. Ahora todos observan sin recato a la florista, ese hecho la ha convertido en un personaje curioso y digno de atención; platicamos durante breves momentos, intercambiamos nombres, lugares de origen, profesiones -compruebo que si es florista- y aquellas cosas vanales del cuestionario infaltable de la primera interacción. Resulta llamarse Gabriela; con un adiós demasiado apresurado y que además no quisiéramos haber visto llegar, ella se baja en San Lázaro y a mí aún me faltan muchas estaciones para llegar al aeropuerto, para variar voy contra el tiempo. Pero me lo tomo con calma para caminar con las rosas a la vista de todos; no me habían regalado jamás un ramo de rosas y creo se adivina en mi cara. Tomo un taxi de Pantitlán al aeropuerto, son solo 10 minutos, suficientes para platicar con el taxista sobre lo de siempre, el terrible tráfico de la ciudad de México en horas pico -y en horas normales-; llego y le pregunto a un policía federal si me dejarán viajar con las flores; es peligroso me dice, probablemente no te dejen subir con ellas. Dudo. No dudo demasiado, no con mi vuelo a punto de salir. Empiezo a regalar rosas en la entrada atestada, doy una a cada uno de los asistentes en sillas de ruedas que están cerca de mí, otra al mismo policía, unas más a una señora y su nieta, otras a unos japoneses recién llegados y cargados de maletas. El policía me observa, se rie y me pide una para dársela a una policía que lo abraza; el resto de las flores se las doy al mismo taxista que me trajo y que está ayudando a una joven a subir sus cuantiosas maletas; el toma el ramo y le da una a la pasajera que acaba de abordar en el asiento trasero. Me dice que repartirá rosas toda la tarde y se va apresurado, el maldito tráfico de la ciudad de México. Me doy la vuelta y veo a las personas continuar con su día, están moviéndose en todas direcciones, la señora y su nieta platican sobre el loco extraño que les regaló una rosa. No conocieron a Gabriela y tampoco pudieron ver sus hermosos ojos negros, no vieron su cabello lacio y sus cejas orgullosas; pero una parte de ella viajaba con todas las personas que se quedaron con cada una de sus rosas. El avión no me deja por muy poco. No sé hasta donde llegaron, no tengo idea de cuantas y a quienes se las regaló el taxista pero algo es seguro; muchos de quienes recibieron el regalo de Gabriela tendrán algo de que hablar...tendrán una historia para contar.
9 comentarios:
Que historia la tuya raul..........
Que capacidad d convertir los bellos momentos q vives dia con dia, tienes un gran angel :)saludos
Un gran ángel y un corazón sensiblemente humano. Me encanta leerte pero tus anécdotas personales son otro nivel, creo que una de tus mejores decisiones de hace casi un año para acá, ha sido regresar a la cápsula. Felicidades por ese talento, ángel, corazón y sobre todo por el gusto que das al compartir tus vivencias.
Comparto la idea de que solo a elegidos les ocurren cosas asi. Me gusta mucho este espacio ojala pueda seguir mucho mas tiempo vigente y con historias como esta.
Gran historia! de esas que suceden en el DF, solo los observadores y quien en verdad saben valorar son capaces de poner atencion en las "Insignificancias Grandiosas"...
Excelente Inicio De Semana Raúl David!
Gracias a todos por leer La Cápsula, este esfuerzo por hacer que las cosas de esta vida permanezcan cuando yo ya no esté. Un abrazo con mucho cariño para todas y todos.
Qué bonito David,que anécdota mas bella, y felicidades por tener el Don si así lo podemos llamar , de transmitir tanto en tus escritos.
Estupenda historia llegué por casualidad... bueno las casualidades no existen. Leí porque debía leerlo. Felicidades!
HAY DAVID! QUE HEERMOSO DETALLE EL TUYO! MIRA QUE PENSAR RÁPIDAMENTE ES UNA CUALIDAD Y PENSAR EN LOS DEMÁS REGALANDO UNA FLOR PARA HACERLE EL DÍA FELIZ A TANTOS DESCONOCIDOS! QUE BENDICIÓN.
ME MOTIVASTE SENSACIONES DE GUSTO, AMABILIDAD QUE TE CARACTERIZA SIIIEMPRE, Y MUCHAS QUE NO TERMINARÍA DE ENLISTAR! PERO SOBRE TODO QUE NOBLEZA DE TÚ SER!!!
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